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Jóvenes emprendedores: Ser profesor de música en el CETI

El lenguaje de la música es universal, da igual el tipo de cultura que tengas o de donde vengas, la música siempre acaba uniendo a las personas”

Miguel Hernández Palma tiene 27 años y trabaja como profesor de música en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla. La situación migratoria actual en Melilla se está viendo desbordada por los recientes saltos a la valla fronteriza con Marruecos, por eso nos gustaría analizar esta complicada situación ahondando y metiéndonos de lleno en el día a día de las personas que trabajan y viven allí.

¿Es la música un elemento curativo? ¿Cuál es la verdadera importancia de la educación musical? ¿Cómo influye este tipo de arte en la vida de las personas refugiadas?

Nos cuenta y acompaña Miguel Hernández.

Bueno Miguel, entonces, ¿cuánto tiempo llevas trabajando en el CETI?

Llevo trabajando año y medio, me sorprende que se haya pasado tan rápido.

Eso es porque te gusta lo que haces. ¿Cómo es trabajar en el CETI?

Pues es un trabajo muy gratificante ya que nos dedicamos a ayudar a personas que realmente lo necesitan. Te realiza como persona. Además, cuento con un montón de materiales en mis clases, sobre todo instrumentos, y así las clases se hacen más dinámicas. Es como si fuera un colegio, me encuentro muy unido a mis alumnos.

A la hora de plantear las clases y organizar el curso me imagino que se deberán tener en cuenta muchas circunstancias como por ejemplo separar a las personas por niveles de aprendizaje para que las clases sean más dinámicas. ¿Consideras que se hace una buena gestión educativa?

Sí, sin duda. Yo trabajo en ACCEM que es una ONG que ayuda a mejorar la calidad de vida de personas refugiadas y de colectivos más vulnerables. Aquí en Melilla nos dedicamos sobre todo a la educación dando clases de español, para que cuando tengan salida a la península puedan comunicarse de una manera fluida, y clases de música además de otras actividades de ocio. A los más pequeños también les dan clases de matemáticas, español, inglés… A parte también tenemos una clase de guardería para los bebés que nacen aquí, para que sus madres puedan dejarlos con los cuidadores y asistir a las clases de español.

Trabajar en centros como este debe ser muy duro, porque al fin y al cabo estás conviviendo todos los días con la realidad de estas personas, que es bastante agria. ¿Es algo que te ha llamado siempre la atención?

Antes ya había impartido clases de guitarra, pero claro, no era algo tan serio como esto. Cuando me enteré de que necesitaban a alguien para cubrir la plaza de profesor de música, no me lo pensé dos veces. Me parece un trabajo muy bonito a la vez que sacrificado. Al fin y al cabo puedo estar haciendo lo que realmente me gusta que es enseñar música y compartirla con personas que necesitan a veces despejarse de la realidad, es algo que a mi me llena.

¿Cómo crees que ayuda la música a las personas que viven allí? ¿Crees que la música les sirve a veces como de colchón donde resguardarse?

Pues yo creo que la música les sirve para evadirse de los problemas y puede ser un método para despertar sus inquietudes y empujarles a realizar otras actividades. La música es un método de aprendizaje muy interesante, como cuando de pequeños nos aprendíamos las tablas de multiplicar cantando. Además, algo que también valoro mucho es que el lenguaje de la música es universal, da igual el tipo de cultura que tengas o de donde vengas, la música siempre acaba uniendo a las personas.

¿Si pudieras dedicarte a algo toda la vida elegirías la música?

Sin duda. Es cómo me siento realizado y mi pasión.

¿Has notado cambios en algunas personas a raíz de las cosas que les has enseñado?

Sobre todo, motivación y ganas de aprender, que ya es bastante por la situación que están pasando.

Después de este año y medio, ¿qué has aprendido trabajando en el CETI?

He aprendido sobre todo a ser más solidario y tener más complicidad con personas que están sufriendo un auténtico drama. También trabajar aquí me ha ayudado a entender por qué vienen a Melilla, es al final el eterno interrogante: ¿por qué Melilla? La respuesta es muy sencilla: sus países están en una situación política-social deplorable. Les rechazan por diversos temas, ya sea por la orientación sexual, por la ideología o simplemente por las guerras y los conflictos que existen en África. A mí me mata la falta de empatía que tiene la gente de aquí, hablan sin saber la mitad de las cosas por las que tienen que pasar las personas que viven en el CETI. Cualquiera haría lo que hacen ellos bajo estas situaciones, porque son personas igual que tú y que yo.

*Información de Elsa Almendros Moralejo

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